Una pequeña nota técnica de la oficina peruana del
BID causó sorpresa hace algunas semanas al sostener que, si se incluye a la
clase media emergente, el 72% de los peruanos pertenece hoy a la clase media.
La noticia fue celebrada por algunos periodistas y analistas como expresión de
éxito del modelo económico. El entusiasmo es comprensible, ya que si 7 de cada
10 peruanos son de clase media, podemos dormir tranquilos: la estabilidad
política está asegurada.
La tesis central de la nota es que el umbral que
separa a los pobres de la clase media es la línea de pobreza, que para el 2011
fue de 1,088 soles mensuales para una familia de 4 personas. Por lo tanto,
cualquier familia donde una persona gana sueldo mínimo (750 soles) y otra gana
medio sueldo mínimo ya podría calificarse de clase media.
La nota es criticable desde varios ángulos. En
primer lugar, no es lo mismo no ser pobre que ser de clase media. El Banco
Mundial, por ejemplo, diferencia entre la población de clase media, la
población a la que denomina vulnerable y aquella que está en la pobreza. Para
la opinión pública, la diferencia también es evidente: de acuerdo a una
encuesta reciente de Ipsos Perú, el umbral para dejar de ser pobre sería 1500
soles (dos sueldos mínimos) y el umbral para considerarse de clase media sería
3000 soles.
Naturalmente, las percepciones son diferentes según
el nivel socioeconómico (NSE) del entrevistado. Para una persona de NSE E, una
familia deja la pobreza si gana 1400 soles y pasa a integrar la clase media si
gana 2000 soles. En el otro extremo, un entrevistado del NSE A considera que el
umbral de pobreza está en los 3000 soles y el ingreso a la clase media en los
5000 soles.
En segundo lugar, la estabilidad política no
depende de que definamos arbitrariamente que una persona ya es de clase media
si ella se sigue sintiendo pobre. De acuerdo a la misma encuesta – que fue
realizada en el ámbito urbano – el 52% de la población se percibe de clase
media y el 44% se considera pobre. Pero lo más importante es que sus angustias
económicas son reales. Por ejemplo, el 38% de la población señala haber tenido
problemas en los últimos 12 meses para pagar sus alimentos y el 44% para pagar la
electricidad.
En tercer lugar, porque si una característica de la
clase media según la literatura económica es la propensión al ahorro, pues esa
posibilidad dista mucho de ser generalizada. Solo el 10% de los entrevistados
declara que su ingreso le permite ahorrar y el 50% que le alcanza justo (a lo
más, ahorra ocasionalmente). En cambio, el 39% afirma que no le alcanza y tiene
dificultades para cubrir sus gastos. Como la encuesta fue urbana, es razonable
suponer que si se incluye a la población rural las proporciones serían más
desfavorables.
La nota del BID hace referencia al estudio de
Niveles Socioeconómicos de la Asociación Peruana de Empresas de Investigación
de Mercados (APEIM), pero comete el error de calificar al NSE D como clase
media emergente cuando el consenso de los investigadores de mercado en el Perú
– así como el de las empresas usuarias de la investigación – es que dicha
calificación corresponde al NSE C.
Es innegable que la clase media se ha incrementado
significativamente en los últimos años. Para el Banco Mundial, por ejemplo, la
clase media ha pasado de 12% a 40% entre el 2005 y el 2011. Para Ipsos Perú y
la APEIM, los NSE BC han pasado de 19% a 31% entre el 2003 y el 2012. Sin
embargo, todavía los estratos mayoritarios son el NSE D en la población urbana
y el NSE E en la población rural.
El BID acierta al afirmar que “el crecimiento
económico ha sido pro-pobre, permitiendo salir de la pobreza a millones de
peruanos y ha sido pro-clase-media, permitiendo al mismo tiempo una expansión y
consolidación de los estratos intermedios”. Mi objeción al triunfalismo con que
fue recibida su nota técnica es que debemos evitar caer en la tentación de
cantar victoria antes de tiempo.
El Perú cumplirá este año 15 años de crecimiento
continuo a una tasa promedio de 6% interanual, pero falta mucho camino por
recorrer en educación, formalización de la economía, cultura cívica y, por
supuesto, niveles de ingreso, para considerar que somos ya un país de clase
media mayoritaria.
Por Alfredo Torres - Semana Económica